Solemos escuchar a los políticos hablar sobre las líneas comunes de la política exterior española, normalmente quejándose del contrario y arguyendo que se ha roto el consenso nacional sobre esa política internacional; algo que siempre había sido así y que muchas veces parece evocar a un paraíso perdido en el pasado en el que las distintas fuerzas políticas podían encontrar un punto de encuentro. Como veremos a continuación, la realidad parecer ser distinta a que nostálgicamente algunos quieren recordar. Utilizaremos el caso del PSOE, al ser el partido que más tiempo ha pasado en el gobierno, para desmitificar esta idealizada visión de un pasado mejor.
Durante el tardofranquismo y los primeros años de la transición, el PSOE defendía fervientemente una posición antiamericana que buscase el desmantelamiento de las bases americanas en territorio español. De la misma forma, apostaba por un carácter neutral dentro de la esfera de relaciones internacionales y rechazaba la política antagonista entre los bloques capitalista y comunista; abogando por el entendimiento y la búsqueda de soluciones compartidas. Este posicionamiento “de partida” de los socialistas entroncaba con buena parte del sentir general de sus potenciales votantes. Es más, en 1980 el mismo Felipe González admitiría de manera pública que era necesario desnuclearizar el Mediterráneo, algo que iría en contra de los fundamentos básicos de la alianza atlántica. En esta línea, acabaría admitiendo que, si llegaba al poder, convocaría un referéndum para preguntar a los ciudadanos sobre la idoneidad de entrar o no en la OTAN. El PSOE utilizó su famoso lema “OTAN de entrada, no” como acicate para su política interior y como factor movilizador de la izquierda. Aunque es cierto que, a diferencia de otros partidos socialistas europeos, su europeísmo era más marcado, lo que le acercaba a la UCD, la oposición a la OTAN le valió para conseguir por un lado desgastar a la misma UCD, y, por otro lado, aglutinar votos de la izquierda (tradicionalmente antiamericana y antibelicista). Así, se pretendía ganar relevancia para llevar la iniciativa en la izquierda, tratando de conseguir votos del partido comunista[1].
A su llegada al poder en 1982, comenzó a cambiar de opinión y descartar su posicionamiento inicial. Para estupor de sus votantes, defendía el ya presidente González las bondades de la pertenencia a este club internacional: abriría a España la entrada a otras instituciones multinacionales y que mejoraría a nivel internacional la imagen de España. El golpe de timón era considerable teniendo en cuenta de dónde venía el PSOE y de cómo su posicionamiento internacional había permeado en la vida política española durante los primeros años de la transición. La izquierda veía a la OTAN como un instrumento opresor imperialista al servicio de los EE. UU. A esto se sumaba una escasa percepción de amenaza por parte del bloque soviético y un decidido apoyo a las causas (revolucionarias) de liberación nacional como el caso del Sahara y de Palestina. A todo esto, había que sumarle también un sentimiento de rechazo y antipatía hacia los Estados Unidos por su apoyo al franquismo y por su implicación en la lucha contra gobiernos de izquierda en América Latina. Y es que a pesar de que en 1977 González firmase un acuerdo con el PCUS soviético en el que se comprometa a no ampliar los dos bloques enfrentados de la guerra fría, el programa electoral de 1982 rebajaba estas pretensiones y moderaba su mensaje con el motivo de ampliar su posible base de votos hacia el centro y, tal vez, como consecuencia del intento del golpe de estado del 23F. Las elecciones de octubre de 1982 acabarían confirmando esta buena estrategia otorgándole la mayoría absoluta al partido socialista con 202 diputados[2].
Sin embargo, en un nuevo y definitivo cambio de rumbo, los socialistas convocarían un referéndum nacional para valorar la permanencia de España en la OTAN completando así su giro atlantista comenzado años antes. Aunque es cierto que la convocatoria y el apoyo de la permanencia en la OTAN por parte del PSOE no obedece mayoritariamente a razones de política interna (el ingreso en la CEE en 1985 y la presión del bloque occidental probablemente fueron la principal motivación) es cierto que se acabaría planteando como una confrontación de política interior no solo por el PSOE sino también por la propia Alianza Popular (antecedente directo del actual Partido Popular)
El referéndum per se era extremadamente complejo para un PSOE que había defendido lo contrario en los últimos años. (Un buen ejemplo de este cambio es el hecho de que Francisco Fernández Ordoñez, político reconocido en los partidos más conservadores del arco parlamentario, remplazase a Fernando Morán en 1985 como ministro de Asuntos Exteriores) Sin embargo, esto se vio complicado por la oposición que pidió la abstención para desgastar al gobierno. Era inevitable observar esta consulta como una forma de legitimar las acciones del gobierno en el poder, especialmente para los votantes de izquierda. Finalmente, el referéndum se aprobó con el apoyo de los socialistas, pero a un alto coste. Por un lado, no se produjo una integración militar completa dentro de la OTAN, en donde no se podía participar en la toma de decisiones al mismo nivel que los otros países de la alianza. Además, no se pudo crear un mando conjunto bajo control español, la cuestión de Ceuta y Melilla no se trató de forma conveniente y se perdió la oportunidad de presionar al Reino Unido con el asunto de Gibraltar. Pero, por otro lado, buena parte de los votantes del PSOE se vieron obligados a otorgar un voto favorable a regañadientes con el objetivo de mantener y cohesionar el liderato de González dentro de la izquierda. Indirectamente, el referéndum impulsaría la creación de Izquierda Unida. Aun con todo, como demostrarían las elecciones de 1986, el liderazgo y la figura de Felipe González saldrían reforzados al ganar las elecciones generales por mayoría absoluta, esta vez con 184 diputados[3].
La siguiente década consolidaría sin duda alguna a España en el concierto internacional. A pesar de la crisis económica de principios de los noventa, todos los eventos internacionales que albergaría junto a la presencia en el Consejo de Seguridad de la ONU, los altos cargos que ocuparían españoles o la capacidad de organizar cumbres internacionales hablan de la visibilidad internacional que tendría España. Todo este proceso culminaría con el nombramiento de Javier Solana como secretario general de la OTAN. A pesar de ello, la intervención de España en la Primera Guerra del Golfo de 1991 produjo grandes críticas dentro de la izquierda en general, y algunos miembros del PSOE se declararon en contra de esta. Antes y durante el conflicto se sucedieron las manifestaciones y movilizaciones a lo largo de la geografía española. Por primera vez desde la Guerra Civil, España estaba oficialmente en guerra. La implicación de España en la guerra acabaría produciendo dimisiones dentro de los cuadros administrativos del gobierno y un cierto número de bajas dentro del partido socialista[4].
Las líneas de actuación socialistas se mantuvieron grosso modo hasta la llegada a la secretaría general de Zapatero. Aunque es cierto que se continuo con las líneas de cooperación general desde la oposición (renovación del consejo general del poder judicial, pacto por las pensiones y pacto contra el terrorismo) ya durante las elecciones del 2000 el PSOE se quejó de la campaña anti-Marruecos que desplegó el PP por los sucesos acaecidos en el Ejido. En la siguiente legislatura el PP cambiaría la ley de inmigración por otra más restrictiva. El PSOE concluía que este cambio de rumbo tomado por el gobierno de Aznar ponía en peligro las relaciones bilaterales y los buenos resultados conseguidos durante los gobiernos de González. Desde el punto de vista del PSOE, se mantuvieron leales al gobierno al apoyar la retirada del embajador de Marruecos en el parlamento y tras haber cancelado previamente su visita Zapatero a Marruecos[5].
Lo cierto es que con Zapatero ya al mando del grupo socialista, se iniciaron una serie de contactos “bilaterales” con distintos personajes y personas influyentes del Reino de Marruecos. Los viajes de Zapatero a Marruecos, aunque informados al gobierno, serían vistos por este último como una grave interferencia en la política exterior del país. El hecho de que Zapatero se presentase como “mediador” fue considerado un asunto muy grave por parte del gobierno. En el fondo, se puede observar de nuevo, el uso de las relaciones internacionales como un elemento adicional que moldea la política interna; y la lucha partidista entre un gobierno que mantenía mayoría absoluta y una oposición que venía de “la travesía en el desierto” y que acaba de nombrar a su nuevo secretario general. El PSOE lograría finalmente que el gobierno marroquí recibiese a Zapatero a finales de 2001, semanas antes de que comenzase la presidencia española de la UE. En el contexto de política interna este hecho fue visto como una victoria de los socialistas ante el gobierno y una oportunidad para consolidar su posición como máximo responsable de la socialdemocracia en España[6].
Hay que señalar que tras los atentados del 11S, el PSOE apoyaría la intervención en Afganistán indicando que se debería de enviar también ayuda humanitaria a la zona de forma paralela. Sin embargo, la crisis en Iraq alejaría aún más si cabe al PSOE del gobierno de Aznar. A pesar de que la intervención estaba autorizada por la ONU, Zapatero arguyó que aceptaría el mandato del Consejo de Seguridad, pero no lo apoyaría. De nuevo, internamente, se creaba desavenencia entre los dos principales partidos del país; los socialistas se quejaban de que el gobierno no informaba convenientemente a los españoles vía el parlamento y que su posición ponía en peligro a España por posibles ataques de radicales. Mientras el gobierno les acusaba de deslealtad, los socialistas aprovechaban la mayoritaria visión negativa de la guerra en la opinión pública española para atacar al gobierno. Este alineamiento de España con la política exterior agresiva de Estados Unidos tras el 11S fue utilizado por la oposición socialista para socavar la legitimidad del gobierno, recurriendo de forma constante a esta posición y fomentando las protestas y manifestaciones. Pocas semanas después de su llegada al gobierno en marzo de 2004, Zapatero retiraría las tropas de Iraq.
Es cierto que Iraq marcó un punto de inflexión en la política internacional española. Al apoyar Aznar la invasión liderada por EE.UU las alternativas en política exterior se polarizaron. En este sentido, el PP cambiaba de forma tajante la tradicional política exterior europea de las últimas décadas, más centrada en Europa e Hispanoamérica, por un giro atlantista que trataba de colocar a España como socio prioritario de Estados Unidos. De nuevo, a nivel interno, el PSOE supo aprovechar este viraje. La cultura estratégica española se basaba en una profunda relación con una comunidad occidental fuerte y unida, especialmente con los socios europeos. Pero también era una cultura con un marcado carácter defensivo y que creía profundamente en la multilateralidad y con un agudo rechazo al uso de la fuerza, marcado por la historia reciente de España y su situación geográfica[7].
Los siguientes ocho años de Zapatero vieron una vuelta a la “tradicional” política exterior española, enfocada en el afianzamiento de la Unión Europea y la relación con Berlín y París, tratando de mejorar las relaciones con Marruecos. La relación del PSOE con los americanos fue de tirantez, incluyendo algunos gestos personales, que no ayudarían a enderezar la relación. De hecho, lo cierto es que con los últimos tres presidentes de EE. UU. la relación no ha mejorado: hubo cierto enfriamiento de las relaciones con Obama, el propioTrump llegó a denominar a España como un free-rider de la defensa (ahora con el PP en el poder) y Biden, aunque con mejor sintonía con Sánchez, ha seguido en la misma línea. En este sentido, sí que es cierto que parece haberse recuperado una aproximación más europea, aunque sin dejar la relación con el amigo americano totalmente estancada. Además, España ha optado normalmente por un modelo de operaciones militares alejadas de la utilización de la fuerza excesiva lo cual intenta encontrar un punto medio entre sus obligaciones internacionales con distintos organismos a los que pertenece en seguridad y defensa, y la tradicional aversión de la opinión pública al uso excesivo de la fuerza en política exterior. Pero es justo señalar que las voces discordantes dentro del PSOE con la OTAN y la acción militar exterior han ido reduciéndose durante la década pasada. En parte, se puede deber a la aparición de otros partidos políticos a la izquierda del mismo PSOE que han amalgamado a buena parte de los votantes antibelicistas y más críticos con la OTAN[8].
Tras la invasión de Ucrania por parte de Rusia en febrero de 2022, el gobierno socialista en el poder se puso rápidamente del lado de la OTAN (se había acordado meses antes ya el despliegue de 6 cazas Eurofighter y 130 efectivos en el báltico como parte de la policía aérea de la OTAN) se apoyó una futura entrada de Ucrania en la UE y se le comenzó a suministrar ayuda militar con cuentagotas (inicialmente con material defensivo y ayuda médica) de acorde con la visión mayoritaria de los votantes del gobierno. Sin embargo, la opinión pública en materia de seguridad internacional ha cambiado a lo largo de la última década, de la misma forma que han aumentado los riesgos para la seguridad internacional de Occidente y Europa. De esta forma y como el conflicto avanzaba y se enquistaba, el gobierno socialista comenzó, de forma tímida, a incrementar la ayuda material a Ucrania, incluyendo material ofensivo. El pasado día 27 de mayo del 2024, se firmaba un acuerdo bilateral por valor de 1.000 millones de euros entre España y Ucrania que ampliaba la ayuda militar y lo futura cooperación en la posterior reconstrucción del país[9].
En suma, se podría discutir si la política internacional ha sido realmente siempre una “cuestión de estado” desde el comienzo de la democracia y si ha tenido especial continuidad durante los tres primeros gobiernos del PSOE y el primer gobierno del PP. Sin embargo, a partir de la respuesta de Estados Unidos tras el 11-S y el alineamiento del segundo gobierno del Aznar con las posturas del Gobierno de Bush, se podría afirmar que comienza una nueva fase en la que, de forma decidida, ahora sí, la política exterior es claramente una extensión de la política doméstica. Aunque se pueda observar cierta consistencia en la utilización de la política exterior como herramienta al servicio de la política interna, con la llegada de Zapatero a la secretaría general del PSOE y a la Moncloa, queda implantado este giro definitivo.
El caso de la política exterior de Pedro Sánchez podría definirse como la de la subordinación absoluta de la política exterior al servicio de los intereses nacionales de un gobierno extraordinariamente débil en el parlamento. Esto ha provocado que la política exterior pase a un segundo plano supeditada a la batalla política interna por la supervivencia en el poder. Sin duda alguna, el hecho más destacado de estos años de Sánchez como primer ministro es el giro radical de la postura de España con respecto a Marruecos. ¿Los motivos? Realmente nadie los conoce a ciencia cierta. La aproximación de Estados Unidos e Israel a Marruecos se puede entroncar dentro de este giro de 180º en la relación de España con el Norte de África, pero ¿se puede ir más allá? ¿Tuvo algún impacto en esta decisión el espionaje a altos cargos del gobierno español y la crisis fronteriza de 2021 derivada de la hospitalización en España del líder del frente polisario Brahim Ghali?
BIBLIOGRAFIA
GARCÍA PÉREZ, Rafael (2010), “Redefinir la política exterior: iniciativas contrapuestas de los gobiernos del PP y PSOE (2000-2009)”, Historia del presente 15:139-153.
GILLESPIE, Richard. (2007): «Spanish foreign policy: party alternatives or the pursuit of consensus?.», Journal of Southern Europe and the Balkans 9.1:29-45.
MATEOS, Abdón (2016), «Los socialistas españoles y la cuestión atlántica hasta el referéndum de 1986.» Ayer 103:51-70.
MARÍN ARCE, José María (2008), «Los socialistas en el poder (1982-1996).» Historia y política: Ideas, procesos y movimientos sociales, 20: 43-71.
MARTÍNEZ, Rafa, y Marién DURÁN (2017), «International missions as a way to improve civil–military relations: the Spanish case (1989–2015).» Democracy and Security 13.1: 1-23.
POWELL, Charles y Pereyra GARCIA, MICAELA (2023) “Cooperación entre España y Ucrania ante la invasión rusa”, ARI10/2023, 1-12 [en línea] accedido el 25 de Mayo de 2024 https://media.realinstitutoelcano.org/wp-content/uploads/2023/02/respuestas-espanolas-a-la-invasion-rusa-de-ucrania-real-instituto-elcano-1.pdf
SANZ PARDO, Rosa (2011), «La política exterior de los gobiernos de Felipe González:¿ un nuevo papel para España en el escenario internacional?.», Ayer 84:73-97.
[1] SANZ PARDO, 2011: 73-77
[2] SANZ PARDO, 2011: 77-83
[3] MARÍN ARCE, 2008
[4] MATEOS, 2016
[5] GARCIA PEREZ, 2010:143-148
[6] Libremercado, 12 de septiembre 2001
[7] GILLESPIE, 2007:
[8] MARTÍNEZ Y DURÁN, 2017
[9] POWELL Y GARCIA ENCINA, 2023. ABC 27 de mayo 2024
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