Reseña de Gwynne Dyer: Breve historia de la guerra. Barcelona, Antoni Bosch Editor, 2022[1].

No estaremos exagerando si afirmamos que la historia militar vive tiempos de bonanza en el mercado editorial español. Bastaría con visitar librerías generalistas (e incluso bibliotecas públicas) para encontrarse con secciones propias que tratan los asuntos militares. Este interés no ha pasado desapercibido par el mercado editorial patrio que durante los últimos años se ha lanzado a publicar títulos de diversa índole de la esfera militar y a poner a disposición del publico interesado un amplio número de importantes títulos en traducción de otras lenguas.

En esta línea, el mercado editorial anglosajón nos ofrece, cada cierto tiempo, una serie de trabajos destinados al gran público en los que se abordan el tema de la guerra[2]. El presente libro es buen ejemplo de esto. Sin embargo, cualquier libro que intente acceder a un amplio número de lectores corre el riesgo de perder cierto grado de veracidad y precisión en favor de una mayor simplificación. Tampoco es discutible la dificultad de condensar la historia de la guerra en poco más de 250 páginas. Es una empresa titánica y que no está al alcance de todo el mundo[3]. Siempre que se escribe una obra de este tipo es inevitable que se cometan errores e imprecisiones. La cuestión por lo tanto gravita en torno a examinar: 1) si esos fallos invalidan la tesis general del libro, y 2) si el análisis más específico que se ofrece en cada capítulo acumula demasiados errores que marran la obra en conjunto. En ambos casos se antoja necesaria la selección de los hechos históricos más relevantes, ya que 10.000 años de historia militar concentrados en 250 páginas requiere no solo de un gran ejercicio de síntesis si no de una excelente elección del material a presentar[4]. Como veremos más adelante, el libro presenta problemas serios en estas dos áreas.

Dada la amplitud cronológica de la obra resultaría imposible comentar en profundidad todos los aspectos tratados o brevemente esbozados en el libro por lo que se comentarán aquellos asuntos más generales que componen el armazón del libro y la selección de información para respaldar la visión propuesta por el autor. Por otro lado, a la hora de comentar aspectos específicos del libro se revisará de forma concreta aquellos detalles relacionados con la guerra en la antigüedad en el Próximo Oriente Antiguo tratados en los capítulos dos y tres.

En cuanto a la concepción general de la obra, en un primer vistazo llama la atención la antigüedad de la bibliografía utilizada. Aunque cita algunos clásicos dentro de la historia militar, cuesta entender que un libro publicado en 2021 apenas presente bibliografía actualizada. Es difícil encontrar referencias a trabajos publicado desde los años noventa en adelante[5].mEl libro abarca desde el 3500 a.C. hasta la época actual. Se incluye también pequeñas referencias al neolítico y a la época de cazadores-recolectores. Se comenta brevemente la violencia en los primates como antecedente directo de la guerra. En este sentido, es interesante que el autor haya decidido hacer un breve comentario sobre estas épocas ya que existe cierta tendencia a no ser incluida en los debates de historia militar, siendo antropólogos y arqueólogos los más inclinados a tratar estos aspectos.

Como se ha comentado más arriba, la ausencia de datos relevantes también puede resultar importante a la hora de decidir si el libro funciona. Siendo imposible ser exhaustivo hay una serie de ausencias que resultan llamativas a nivel general. Aunque el menciona Jericó y Troya, se echa de menos, sin embargo, un tratamiento más amplio sobre la poliorcética en el mundo antiguo y especialmente en época tardo medieval y moderna. De la misma forma, en el capítulo segundo se describe brevemente cómo funciona el combate, centrándose mayoritariamente en su práctica en época actual. Es una pena que con este breve análisis se ignore la importancia que tuvieron a lo largo de la historia otras formas de combatir, principalmente las guerras de asedio y los combates cuerpo a cuerpo con armas blancas. Estos dos ejemplos constituyeron en buena medida gran parte de la experiencia humana relacionada con la guerra. En un libro que se titula historia de la guerra es llamativo que no se dedique mayor espacio a ninguno de estos dos aspectos.

Es llamativo también las escasas referencias que se hacen a la guerra naval y al uso de la caballería. En el caso de la guerra a caballo se reduce a comentar el origen de su uso y su posterior adopción por otras sociedades antiguas y su reutilización desde época medieval. Apenas hay referencia al uso del caballo como arma de guerra por parte de los pueblos de las estepas. Los movimientos devastadores en las sociedades sedentarias de Eurasia desde los hunos hasta los mongoles se quedan lamentablemente fuera de la discusión del autor. Tampoco se encuentra presente (aunque paradójicamente sí que aparecen en distintas ilustraciones de los últimos capítulos) la importancia que jugó la caballería en los ejércitos de época moderna y contemporánea. Se pierde así una gran oportunidad de comentar, aunque fuera brevemente, la importancia de la caballería en los ejércitos de la época.

El segundo punto al que me refería al principio era si la información específica ofrecida en los diferentes capítulos invalidaba las líneas generales del trabajo. Como se comentaba también, en una obra de corte generalista es de esperar imprecisiones y un cierto número de errores. A modo de escrutinio se evaluarán aquellas partes del libro que tratan sobre el desarrollo militar en el Próximo Oriente Antiguo.

Un primer vistazo a la bibliografía de estos capítulos resalta la falta de utilización de obras especializadas. Lógicamente es comprensible que el autor no bucee en oscuras revistas científicas de campos tan poco difundidos para el público general (incluso para especialistas) como la asiriología, la hetitología, la iranística o incluso los estudios bizantinos. Ahora bien, llama la atención que los trabajos consultados sean de un carácter tan general y ciertamente antiguos como las obras de Luttwack y Hopkins para el mundo clásico[6]. En el caso del mundo Próximo Oriental, Kramer y Saggs[7], aunque decididamente relevantes en su tiempo (incluso la de Kramer aun hoy se presta a una agradable y simpática lectura), se antojan totalmente insuficiente para abordar los asuntos militares del Próximo Oriente Antiguo durante más de 3000 años de historia[8].

Entrando ahora en asuntos más específicos del libro, el autor indica que durante el cuarto milenio a.C. los habitantes de Mesopotamia hablaban la misma lengua y que habían conseguido crear una serie de ciudades-estados a comienzo del cuarto milenio. Asegura también que durante ese periodo apenas existían enfrentamientos entre estas ciudades, ya que se utilizaba la religión como forma de aplacar las disputas, implicando que al no haber reyes, los sacerdotes y demás personal religioso habían conseguido comprar a Sumer entre 5 y 10 siglos de relativa paz en la que las escasas luchas que sucedía se dirimían de la misma forma que los cazadores-recolectores. (Págs. 51-52) Esta afirmación es difícil de mantener con la información que disponemos a nuestra disposición[9]. El autor comenta brevemente un aspecto crucial dentro del desarrollo político de Mesopotamia en el cuarto milenio. Es cierto que al no haberse encontrado palacios en el registro arqueológico de esta época podría extrapolarse que no existe un poder “secular” al frente de la sociedad. Esa falta de poder civil sería lo que según el autor precisamente evitaría confrontaciones entre ciudades. Sin embargo, ya a finales del cuarto milenio comienzan a aparecer síntomas de un poder diferenciador pudiéndose observar en las representaciones iconográficas de la época lo que se ha venido llamando el rey-sacerdote. Esto supondría la aparición de tres aspectos del poder no religioso: 1) el rey sacerdote detenta la autoridad religiosa por la persistente representación de templos asociada a su figura, 2) la capacidad de extracción de recursos a la población se representa en procesiones de ofrendas a los templos y 3) sería el responsable del ejercicio del poder, ya que se muestran escenas en la que los personajes aparecen arrodillados ante el citado rey-sacerdote[10].

Por otro lado, el autor utiliza la conocida Estela de los Buitres como eje central sobre el que pivota toda su discusión sobre la aparición de las legiones y la lucha en formación cerrada. Este es un tema complicado, ya que es la única referencia que se tiene sobre la organización de la tropa en posibles falanges a lo largo del tercer milenio a.C. en Mesopotamia. La mayoría de los investigadores creen ver en esta representación una prueba irrefutable de la formación cerrada en falange, reflejo de las continuas luchas entre las ciudades de Umma y Lagash. Esto es sin duda algo factible. Es más que probable que los enfrentamientos entre ciudades se dirimiera en algún tipo de formación cerrada y lucha cuerpo a cuerpo. Ahora bien, la estela de los buitres puede representar esos soldados por muchos otros motivos. (puede ser una celebración de la camaradería de las tropas, una loa al rey local por su capacidad organizativa, o simplemente una representación artística próxima al horror vacui medieval, etc.)

En este sentido el autor afirma que las falanges son un reflejo de una primitiva igualdad social que se fue perdiendo a lo largo de los siglos según los gobernantes seguían acumulando poder, siguiendo con su propuesta de pérdida de libertad a lo largo del tercer milenio merced a la aparición de una clase dirigente secular[11].

Siguiendo esta línea argumentativa el autor intenta comparar las ciudades mesopotámicas con las ciudades-estados griegas y su forma de reclutar soldados. Uno de los problemas de este tipo de comparaciones es que en el caso de Mesopotamia a día de hoy no tenemos información fidedigna que nos indique cual era el proceso de reclutamiento. Ahora bien, se puede afirmar de forma categórica que a lo largo del tercer milenio eran las ciudades sumerias, los estados (o imperios) los que directamente compensaban a sus soldados y los pagaban a base de raciones de cebada, trigo y otros elementos de la dieta local[12]. Este sistema ya estaba instalado en la época en la que se esculpió la antes citada Estela de los Buitres. El autor asegura ahora que las falanges desaparecerían a lo largo del milenio en favor de ejércitos reclutados por los poderes centralizados y buena parte de los ejércitos estarían formados por mercenarios. (Pág. 59) Resulta curioso esta aseveración ya que como se comentaba antes no existe información a este respecto y lo que asegura el autor, aunque probable, es simplemente imposible de comprobar en el estado actual de la investigación.

Por último, es necesario un comentario mínimo sobre la organización militar asiria. Existe una visión estereotipada de todo lo que rodea al imperio asirio y su práctica bélica.  Ciertamente se encuentra mediatizada por la tradición occidental que recoge aquella emanada de la tradición hebrea y por las representaciones iconográficas que desde el S. XIX adornan buena parte de los museos occidentales. La imagen de un estado casi militar, construido por y para conquistar y expandir su imperio tiene que ser aquí matizada. En el estado actual de la investigación, este conjunto de imágenes escultóricas junto con los victoriosos anales reales es mejor que sean entendidos desde el punto de vista propagandístico.[13]

Como se apuntaba al comienzo, la dificultad de condensar en pocas páginas un tema tan amplio como la historia de la guerra puede provocar imprecisiones y errores. Que se afirme que Gilgamesh reinó en Uruk hacia el 2700 a.C., que se sugiera que las victorias de Sargón de Accad se debieron a la adopción del arco compuesto o que se indique sin pruebas que las primitivas poblaciones en asentarse en Mesopotamia hablaban toda la misma lengua pueden llegar a ser desatinos comprensibles para el no especialista y asumibles para un gran público más interesado en el desarrollo general del libro. Ahora bien, cuando esta serie de errores, imprecisiones o directamente invenciones se repiten de forma continua, el libro se ve marrado por un serio problema de credibilidad. Por ejemplo, afirmar (p. 65) que el Próximo Oriente al igual que otras zonas de Eurasia sufren una especia de edad oscura debido a invasiones nómadas en la primera mitad del segundo mileno a.C. o que la capital del reino Asirio Nínive fue destruida y no se ha vuelto a encontrar (p.71) resulta extremadamente llamativo en tanto en cuanto son afirmaciones totalmente falsas[14].

Es probable que parte de los problemas señalados más arriba vengan determinados por el férreo corsé que muchas veces las editoriales imponen a los autores. Con todo, la impresión general que arroja el libro es que nos encontramos ante una historia selectiva de la guerra terrestre centrada en ciertos aspectos de la tradición occidental. Lamentablemente, la ausencia de algunos temas capitales en el desarrollo de la historia de la guerra junto a problemas generales en la argumentación del libro conduce a veces a explicaciones incorrectas y reducen notablemente la calidad del libro. Si a todo esto se le suman las graves equivocaciones que se han comentado más arriba, el resultado es una obra con muchos problemas que transmite información equivocada al lector general y que no satisfará al lector especialista.

BIBLIOGRAFÍA

BOURKE, Joanne. (1999), An intimate history of killing: Face-to-face killing in twentieth-century warfare, Nueva York, Basic Books.

BUTTERLIN, Pascal (2018), Architecture et société au Proche-Orient ancien, les bâtisseurs de mémoire, Paris, Picard.

FERGUSON, N., 2008. The pity of war: Explaining world war I, Londres, Hachette UK.

FRANGIPANE, Marcela (2019), “The secularization of power: A precocious birth and collapse of a palatial system at Arslantepe (Malatya, Turkey) in the 4th millennium BC”, en Dirk Wicke (Ed.), Der Palast im antiken und islamischen Orient, Wiesbaden, Harrassowitz, 43-59.

FRY, Douglas P. (2006). The human potential for peace: An anthropological challenge to assumptions about war and violence, Oxford, Oxford University Press

GAT, Azar. (1989), The origins of military thought: from the enlightenment to Clausewitz, Oxford y Nueva York, Oxford University Press.

HOWARD, Michael. (1970), War in European history, Oxford, Oxford University Press.

JACOBSEN, Thorkild (1943), «Primitive democracy in ancient Mesopotamia.», Journal of Near Eastern Studies 2: 159-172.

KRAMER, Samuel N. (1956), History begins at Sumer: Thirty-nine firsts in recorded history, Pensilvania, University of Pennsylvania press.

LUTTWAK, Edward N (1976), The grand strategy of the Roman Empire: from the first century CE to the third, Baltimore, JHU Press.

MACMILLAN, Margaret (2021), La guerra. Cómo nos han marcado los conflictos, Madrid, Taurus.

MORRIS, Ian (2014), Guerra para que sirve, Madrid, Planeta.

NISSEN, Hans J. (2015), “Urbanization and the technique of communication: The Mesopotamian city of Uruk during the fourth millennium BCE”, en Norman Yoffee (Ed.), The Cambridge World History: Volume 3, Early Cities in Comparative Perspective, 4000 BCE–1200 CE, Cambridge, Cambridge University Press, 113-130.

OTTERBEIN, K. F. (2004). How war began, Texas, A&M University Press.

PARPOLA, Simo (1997), Assyria 1995: Proceedings of the 10th Anniversary Symposium of the Neo-Assyrian Text Corpus Project, Helsinki, September 7-11, 1995, Helsinki, The Neo-Assyrian Text Corpus Project.

PINKER, Steven (2012), The better angels of our nature: The decline of violence in history and its causes, London, Penguin.

POSTGATE, John N. (1994), Early Mesopotamia: society and economy at the dawn of history, Londres, Routledge.

POWELL, Marvin A (1987), Labor in the ancient Near East, Boston, American Oriental Society.

RENGER, Johannes (2011), Assur–Gott, Stadt und Land.  5. Internationales Colloquium Der Deutschen Orient-Gesellschaft 18. – 21. Februar 2004 in Berlin, Wiesbaden, Harrassowitz.

SAGGS, Henry W. (1984), The might that was Assyria. Nueva York, Sidgwick & Jackson.

SASSON, Jack M. (Ed.) (1995), Civilizations of the ancient Near East, Londres, Hendrickson.

SNELL, Daniel C. (Ed.) (2005), A Companion to the Ancient Near East, Londres, John Wiley & Sons.

STEINKELLER, Piotr y HUDSON, Michael (Eds.) (2015), Labor in the Ancient World, Dresden, Islet.

WEBSTER, Graham (1969), The Roman Imperial Army of the first and second centuries AD, Oklahoma, University of Oklahoma Press.


[1] La reseña se realiza sobre el original en lengua inglesa al haber sido imposible acceder a la edición traducida al español en el momento de la realización de esta reseña.

[2] A finales de los noventa, y siguiendo la estela la nueva historia militar se publicarían las obras de FERGURSON, 1998 y BOURKE, 1999.  Unos años más tarde podemos destacar los libros de OTTERBEIN, 2004, FRY, 2006 y GAT, 2006. Otros libros que más tarde se convertirían también en superventas son PINKER, 2012 y MORRIS, 2014. Últimamente el libro aquí reseñado junto a la obra de MACMILLAN, 2021 podrían inscribirse en esta categoría.

[3]Afortunadamente podemos encontrar notables excepciones, como el fantástico libro de Michael Howard sobre la guerra en Europa. En él, el autor es capaz de sintetizar en pocas páginas y ofrecer una explicación del fenómeno de la guerra en Europa durante el último milenio. Véase HOWARD, 1970

[4] El libro aquí reseñado editado por la editorial Workman forma parte de una colección titulada Shortest History Series que como es de esperar presenta los temas de forma muy abreviada.

[5] La mayoría de las obras citadas llegan a principio de los ochenta, citando solamente un par de trabajos en los últimos capítulos publicados ya en este siglo.

[6] LUTTWAK, 1976; WEBSTER, 1969.

[7] KRAMER, 1956, SAGGS, 1984.

[8] Aunque es cierto que los asuntos militares no han comenzado a ser estudiados de forma exhaustiva hasta hace poco más de 25 años, existen en varios idiomas numerosas síntesis históricas que hubieran mejorado de forma radical el panorama presentando por el autor sobre el Próximo Oriente Antiguo. Por citar algunas obras de carácter general solo en inglés, véase, por ejemplo, la aún relevante introducción al periodo de POSTGATE, 1994, la numerosa compilación de artículos en SASSON, 1995 o la más asequible recopilación de estudios en SNELL, 2005 (hay segunda edición actualizada en el año 2020)

[9] La bibliografía sobre la aparición del estado en Mesopotamia a finales del IV milenio a.C. es extensa. Para un estado de la cuestión actualizado, véase BUTTERLIN, 2018: 309-469.

[10] La bibliografía al respecto es ingente. Véase más recientemente, por ejemplo, NISSEN: 2015 y FRANGIPANE, 2019.

[11] Es inevitable nombrar aquí a la teoría de la primitiva democracia en Mesopotamia postulada por Jacobsen hace 80 años. Véase JACOBSEN (1943)

[12] De nuevo la bibliografía es extensa. Véase en inglés, por ejemplo, los distintos estudios en POWELL, 1987 y STEINKELLER & HUDSON, 2015.

[13] La bibliografía al respecto, de nuevo, es extensa. Véase, por ejemplo, la recopilación de trabajos en PARPOLA, 1997 y RENGER, 2011.

[14] Por ejemplo, en el caso de Mesopotamia, el periodo paleo babilónico (ca. 2000-1800 a.C.) es considerado como una de las épocas clásicas en la literatura sumero-babilónica en la que se codifican y componen buena parte de las obras clásicas sumerias que serán la base de la cultura literaria babilónica posterior. Por otro lado, Nínive fue por primera vez excavada en 1847 por el británico Austen Henry Layard y desde entonces ha sido excavada en diferentes ocasiones por distintos equipos arqueológicos y ha producido una enorme cantidad de literatura científica.

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