Hace 2 siglos un murmullo recorría el mundo de los eruditos en Europa. Un joven francés, Jean François Champollion, afirmaba haber resuelto uno de los mayores misterios de la época. Así lo afirmaba en la academia de bellas arte y letras de París. Sin embargo, en lugar de aplausos Champollion recibiría rechazo a sus por entonces demasiado subversivas ideas.

Este año 2022 viene marcado por la celebración de los 200 años desde que el científico francés François Champollion descifrase los jeroglíficos egipcios y diese el pistoletazo de salida al estudio del antiguo Egipto desde un punto de vistas científico gracias a la creación y desarrollo de ulteriores cátedras de egiptología. Este año también se cumplen 100 años de la apertura de la tumba del famoso Tutankamón uno de los faraones del antiguo Egipto más conocido por el público general. Menos popular, aunque no por no por ello menos importante, es el aniversario de los 100 años del establecimiento de un régimen de semiautoridad de Egipto bajo la tutela y supervisión del Imperio Británico. Dicho régimen acabaría siendo el germen de un estado egipcio independiente en forma de monarquía que llegaría hasta 1953 cuando se establecería la primera república.

Pero volviendo al antiguo Egipto, es en 1798 cuando el ejército de Francia al mando de Napoleón Bonaparte invade Egipto. Incrustado en la historia de la conquista de Egipto por un ejército de 40.000 soldados, había también 160 científicos, artistas y académicos encargados de retratar, plasmas e investigar todo lo que se iban encontrando tras la marcha del ejército napoleónico.

En julio de 1799 el joven teniente francés Pierre-François Bouchard descubre la «Piedra Rosetta», que serviría de base para la posterior decodificación de los jeroglíficos. Era un bloque de basalto encontrado en la ciudad de Rashid (situada en el delta del Nilo). Contenía tres formas de escritura: jeroglíficos en la parte superior, una escritura desconocida en el medio (más tarde se reconocería como demótica), y griego antiguo en la parte inferior. Usando el texto griego antiguo como base, numerosos eruditos se pusieron a trabajar para descifrar los jeroglíficos. La mayoría de ellos se rindieron al poco tiempo, frustrados y desesperados después de años de esfuerzo. Llegaron incluso a abandonar la idea de conseguirlo, pensando que se estaban enfrentando a un enigma sin solución. Y es que los textos de la Piedra de Rosetta solo se correspondían entre sí en términos de significado.

El 22 de septiembre de 1822, el francés Jean-François Champollion anunció el desciframiento de los jeroglíficos egipcios, un hito en la arqueología y la historia que cambiaría la forma en la que se entendería el pasado. Champollion, un joven brillante e intrépido, en aquel momento tenía 27 años.

Había trabajado durante años en el estudio de la Piedra de Rosetta. La estrategia que puso en marcha Champollion para acercarse a la lengua egipcia antigua, o comprender en cierta medida la estructura y el sistema jeroglífico, fue aprender una lengua muerta con cierto grado de similitud al antiguo Egipto: el copto.  De esta brillante manera, se enfrentó a una tarea casi absurdamente imposible de solventar. Tuvo que aprender una lengua muerta para, mediante ella, distinguir los sonidos de aquellos símbolos silenciosos y mudos durante siglos que se encontraban escritos delante de él.

Los nombres de idiomas extranjeros en los cartuchos finalmente formaron la base para el desarrollo de personajes o imágenes individuales. Los egipcios no solo habían usado un alfabeto simple en los jeroglíficos, sino que también desarrollaron un sistema híbrido: algunos caracteres representaban sonidos, algunos palabras, otros símbolos y algunos otros formaban determinativos que servían como caracteres especiales para determinar el significado de una secuencia de jeroglíficos.

En la mañana del 14 de septiembre de 1822, finalmente Champollion dio con la clave. Podía leer jeroglífico de forma satisfactoria. Exclamaría: ¡Je tiens mon affaire! (¡Ya Lo tengo!) Después de lo cual, según su biógrafo, se desmayó.

Como resultado de todos los esfuerzos por descifrar los jeroglíficos, Champollion había superado a su competidor el inglés Thomas Young que, aunque había realizado ciertos avances se había visto incapaz de solventar los problemas de la traducción.  En los años que siguieron, Champollion analizaría innumerables inscripciones jeroglíficas, y al final de su vida en 1832 con solo 43 años, podía leer inscripciones jeroglíficas de manera casi perfecta. Su gran obra Grammaire égyptienne lamentablemente quedó inconclusa.

El esfuerzo de esos sabios y eruditos marcaron el punto de partida de la egiptomanía en toda Europa primero y en última instancia a lo largo y ancho del mundo. Se abrieron nuevos institutos de investigación, se crearon cátedras de egiptología. Se iniciarían en definitiva nuevas líneas de investigación que abrirían puertas que habían permanecido cerradas dos mil años.

Categorías: Historia

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