La llegada de la Legión Británica a España se vivió con expectación dentro del ejército aliado. Toda ayuda extranjera era bienvenida. Hasta el momento esa ayuda foránea, que había venido de distintas partes, no se había traducido en un cambio en la dinámica de la contienda. El ejercito Isabelino seguía intentando cercar a los carlistas, y estos, se sentían cómodos con el uso de tácticas de guerra de guerrillas.
En este sentido, el general Fernández de Córdova, al mando del ejército del Norte hasta 1836, señalaba constantemente como durante las guerras napoleónicas el general Espoz y Mina contaba con 7.000 hombres escasamente entrenados, a los que se contraponían 40.000 soldados franceses, muchas veces dirigidas por los mejores generales franceses. Siguiendo con la comparación, Fernández de Córdova esperaba que las aproximadamente 25.000 soldados carlistas, en un terreno incluso más montañoso que en el que actuó Espoz y Mina, y con el citado apoyo de la población local, serían un verdadero reto para las 100.000 soldados que en aquel momento estaban al servicio de la reina. Además, comparada con las tropas francesas, las tropas carlistas estaban bien provistas de suministros y, a diferencia de los liberales, no estaban expuestas a los asaltos de guerrillas que cortaban sus comunicaciones.
En este escenario, la Legión Británica fue encuadrada dentro del citado Ejército del Norte en una estrategia de enfrentamiento directo con las tropas carlistas. El propio general de la Legión, Evans, señala como si la legión hubiera cooperado con el comodoro John Hay, que estaba al mando de la flota británica que mantenía el bloqueo naval, hubiera sido factible poder controlar los puertos del norte bajo control carlista de forma rápida. Además, hubiera sido muy útil como guarnición de los puertos del norte bajo control cristino a través de los que se recibía buena parte de la ayuda internacional. Es la zona por donde de hecho llego la legión a España y en donde recibiría su primera instrucción. En lugar de esto, se les ordeno dirigirse a Vitoria y en el invierno de 1835-1836 unirse a las operaciones que el ejército liberal estaba desarrollando en la zona.
A su llegada a Vitoria, del total de 9.000 hombres tan solo 6.000 se encontraban listos para entrar en acción. Y es que buena parte de las bajas producidas en la Legión durante los primeros meses tras su llegada a España se debieron a enfermedades producidas por el propio estado de salud de los soldados y por las enfermedades contraídas durante su estancia en Vitoria durante el invierno de 1835. Como ya se ha señalado, la falta de suministros sería una constante en la guerra, especialmente en la zona del Norte: territorio enemigo y más alejando de las líneas de aprovisionamiento. No solo la falta de provisiones supondría un problema si no también el mal estado de conservación y su mala calidad. De hecho, las quejas del propio Evans, junto a las de otros oficiales como Hays o Wyde serían constantes.
En última instancia, el invierno en Vitoria resulto desastroso para la Legión. Se produjeron un elevado número de bajas por enfermedades; hecho que no solo acabaría diezmando la tropa si no que supuso un duro golpe para la moral de la tropa. Aunque llegaron nuevos reclutas de reemplazo en realidad estaban sustituyendo a los soldados muertos por las enfermedades que tuvieron que sufrir durante aquel largo invierno.
Como se ha comentado, la relación de los mandos de la Legión con el gobierno de Madrid siempre fue complicada debido a la falta de entrega regular de los salarios y a la falta de aprovisionamiento y suministros. Junto a estos problemas materiales existió también cierta falta de colaboración y compenetración con el mando general de las tropas liberales que como veremos más adelante afectaría al desempeño de la Legión en el campo de batalla. Tras la dimisión de Fernández de Córdova en Julio de 1836, en septiembre se nombra a Espartero como general en jefe del Ejército del Norte y virrey de Navarra creando incluso más problemas en la relación con la Legión Británica. El movimiento desde Portugalete a Bilbao fue severamente criticado por los integrantes de la legión quejándose no solo del retraso en ejecutar las órdenes si no de la llegada a Bilbao en pleno noviembre. El hecho de que tuvieran que volver otra vez a Portugalete por un imprevisto ataque de las tropas carlistas no hizo más que incrementar el malestar en las tropas británicas. Una vez tomada Bilbao, Espartero agradecería el trabajo de las tropas inglesas, en especial la ayuda del coronel Wylde. A pesar de que la impresión de los británicos que tenía Espartero siempre fue positiva, a lo largo de la guerra la falta de entendimiento se haría patente.
Otro ejemplo claro de esta falta de coordinación fue la toma de Bilbao en 1836. Como hemos visto, los generales ingleses sabían que el plan de Espartero de cerrar la frontera con Francia no era viable en ese momento por la falta de suministros básicos (incluyendo salarios) y por un fuerte temporal de nieve que hacía prácticamente imposible la implementación de dicho plan. A pesar de que el embajador Villiers llego a pedir al primer ministro Palmerston que intercediera en favor de los generales británicos y Espartero ante el gobierno de Madrid, se siguió adelante. De esta forma, el plan, que había sido diseñado en Madrid y que se conoció como el plan inglés (tres ejércitos mandados por Espartero, Sarsfield y Evans intentarían la pinza para cerrar la frontera y atrapar a los carlistas) fracasó ya que desde la capital no eran conscientes de la situación en el campo de batalla y los carlistas además sabían de su existencia. Como se pudo ver en la siguiente fase del plan, esta falta de coordinación perjudicaría también al rendimiento de la Legión que, aunque logró tomar Durango el 12 de marzo, vería como los ejércitos de Sarsfield y Evans fracasaron en sus operaciones. Consecuentemente el ejército liberal sería derrotado el 16 de marzo en Oriamendi en donde la Legión llegaría a perder casi 2.000 hombres, teniendo que replegarse hasta Bilbao. Tras este episodio se decidió desde Madrid que Espartero tomase el mando absoluto sin supervisión del gobierno de Madrid y lo cierto es que se tomaría Hernani el 14 de mayo con una destacada participación de la Legión Británica. A pesar de estos serios descalabros, las tropas liberales conseguirían finalmente cerrar la frontera antes del comienzo del verano de 1837, en cuyo desarrollo la Legión jugaría un papel fundamental.
El desarrollo de la guerra obligó a los rebeldes a realizar apuestas cada vez más arriesgadas. Los carlistas se vieron obligados a empezar a realizar una serie de operaciones en el resto del país tratando de conseguir apoyos en aquellas zonas que se habían levantado contra el gobierno central y tratando de aumentar el teatro de operaciones a fin de ampliar las líneas del ejercito cristino. Aunque en un principio se pensaba que el hecho de tener cercado al pretendiente en el norte aceleraría el final de la guerra, es cierto también que las expediciones resultaban un movimiento inesperado y atrevido en ese momento. En esta situación, aprovechando que las tropas carlistas se estaban preparando para emprender lo que acabaría siendo la expedición Real, el ejército del Norte, bajo el mando de Espartero, logra tomar Hernani, Oyarzun, Irún y Fuenterrabía. En este rápido movimiento, la Legión tendría un protagonismo especial liderando en muchos casos los asaltos directos. En este rápido movimiento se consigue capturar 800 prisioneros y se conquistan todas las poblaciones desde San Sebastián a la frontera con Francia. En la siguiente operación de hostigamiento de las tropas carlistas, la Legión jugaría un papel fundamental ya que seguiría una ruta diferente a la de la columna principal de Espartero que sería la fuerza principal de ataque por territorio enemigo, desde San Sebastián hasta Pamplona. Los británicos realizarían toda una serie de movimientos, fintas, marchas y contramarchas sobre Tolosa que desorientaría y causaría serios problemas en la expedición carlista. Es en este tipo de escenarios en donde se puedo apreciar la utilidad de este tipo de tropas en un teatro de operaciones especialmente complicado. (Continuará)
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